Repartidos en distintas localidades del territorio nacional, cada artista fue llevando a cabo sus propósitos según sus propios postulados, sus propios tiempos y métodos. La altura volcánica del altiplano nortino, los bosques de coníferas de la costa central, el curso del río Maipo desde las alturas cordilleranas hasta su desembocadura, el paisaje industrial-rural de la Quinta Región, el fulgor amarillo de los trigales en la Araucanía, los pastizales ventosos de la Patagonia chilena: cada localidad fue explorada de manera individual, según un ritmo y una intención particular. El respeto y la curiosidad prevalecieron en cada una de estas escenas, que tuvieron como resultado un ejercicio libre de intercambio con el medio, ya fuese un recorrido a pie, una observación de los elementos del entorno, una recolección de oficios locales, una ofrenda para reconectar con lo esencial de la tierra. El carácter espontáneo e impermanente de las distintas piezas reunidas ahora en esta exposición es, entonces, una respuesta cuyo desarrollo surgió de distintas circunstancias específicas: climatológicas, ambientales, topográficas, espirituales.